Je fume pendant que je l'amour parce qu'ils aiment embrasser ma peau sur les cendres de mes vices.

Giorgina



Me dibujé en mi cuarto sola.
Y como en entresueños, casi dormida, salí de la cama con la necesidad de escuchar a Janis Joplin, sus melodías, sus pasados, su sensibilidad. Necesitaba de mi música preferida, para sentir.
Mientras el brillo de sus canciones me apoderaba, la imagen de Giorgina se apareció ante mí y enromada en matices, excarcelada y fantasiosa, me hizo despabilar como si hubiera recibido la más bella de sus caricias rendidas.

Volví a la cama y me revolví inquieta imaginándola. Su voz me llegaba tan sonrojada que enloquecía de placer al oirla. Bajé el volumen para sentir a Giorgina más cerca. Un alboroto de calor recorría mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta hasta el brote indefenso de la sal de mis labios.
No entendía bien lo que ocurría pero me gustaba. La noche soltaba su calor y me encontraba empapada, totalmente mojada en ella, en Giorgina.

Mi cuerpo, suelto, ermitaño, pedía que me toque, que aplacara mis sed, que dibuje con sus dedos su paz en mi boca. Mientras la buscaba, mis piernas se abrían y se cerraban, ceñía mis muslos y mi cintura acompañaba la música moviéndome entre el recelo vago de su sombra. Caliente, me abrazaba a sus entrañas y su voz. Sus manos, me conmovían hasta la profundidad más deseada de mi vientre.

Unas apuradas lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas mientras sonaba la música de Janis tan sensual y ficcionada que parecía que era Giorgina la que cantaba.
Mis manos desfallecían, mi rostro temblaba en su espalda y tanto placer me hizo terminar, en sus notas. Giorgina, misteriosa, salvaje, temblorosa, sacando fuerzas de mi desmayo, finalizó su canción con una última estrofa, un simple beso, asombrada, sudada y sintiendo el placer de comprender mis caprichos en medio de cualquier noche, una noche que no transforma una verdad por siempre.